miércoles, 11 de julio de 2007

Tradición campesina

POR JOSE MIGUEL MONTERO

La soledad y la oscuridad imperantes en los campos en la segunda mitad del siglo pasado representaban un tremendo dolor de cabeza para los muchachos que vivían atemorizados por las fábulas de hechicería que predominaban en el medio en el que tenían que desenvolverse.
Un lodazal infernal cuando llovía, bosques y matorrales por doquier, que hacían que en algunos lugares pareciera que era de noche aun cuando era el día, era el escenario en el que se movía la gente para la época. Por los trillos, a cualquier hora del día o la noche sorprendía a uno un toro de grueso cuello y cuernos enormes que hacía a cualquiera orinarse de miedo, perros rabiosos, sobre todo en época de Cuaresma, animales salvajes, es decir, la gente, sobre todo los muchachos vivían presos de la ignorancia y del terror.
Después de esas "charlas" de hechicería o cuando se moría alguien en la zona, ir en la noche de la cocina a la casa o cumplir con un mandado a cierta distancia constituía un dolor de cabeza, que hasta flojedad de rodillas provocaba.
La falta de esparcimiento provocaba que un velorio, hasta cierto punto, se convirtiera para muchos en un elemento de diversión para los mayores, no así para los muchachos que por desconocimiento a la realidad de la muerte vivían abrumados de informaciones falsas en torno a variados "poderes y acciones" que se la atribuía a los difuntos.
"El muerto no me dejó dormir anoche, me aprensó varias veces y me dejó un dolor en el cuerpo que no me puedo mover", se escuchaba decir a la gente cuando moría alguien en la vecindad.
Otros afirmaban que acostados tenían visiones concretas de muertos delante de la cama, otros aseguraban encontrarse en los caminos con muertos convertidos en perros, chivos, cerdos o vaca y al punto de que la "vivencia" era tal que olfateaban el berrón con el que "bañaban" a los muertos.
Las 12:00 del mediodía, las 12:00 de la noche y los días martes y viernes eran los espacios más apropiados para las "andanzas" de los malos espíritu, afirmaba la gente.
Las "apariciones" de esos espíritu malos, según las fábulas, se manifestaban de diferentes maneras.
Algunos decían pasar en la noche por lugares en los que veían troncos de árboles ardiendo en llamas y al día siguiente no tenían señales de que le pasó candela, unos afirmaban que veían hombres con sombreros de alas anchas montando caballos decapitados y otros aseguraban que en medio de la oscuridad de la noche en apartados y vericuetos caminos se encontraban con ataúdes con velas encendidas en las cuatro esquina, como si se tratara del velatorio de un cadáver.
A diferencia de los entierros de las ciudades, cuyos muertos son enterrados con trajes, en los campos se usaban "mortajas" una tela siempre de color blanco en el qu envolvían los cuerpos antes de exponerlos en la "sanda".
Eran comunes las historias de gente que decía ver cosas envueltas en sábanas blancas que asociaba con la penitencia de alguien que murió y que como castigo a algún pecado Dios "lo mantenía" deambulando sin poder ir al cielo.
Preso de ese amasijo de creencia y de ignorancia creció en mi pueblo la generación de los primeros años del último tercio del siglo pasado.

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